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Jueves 15 de enero de 2009
Sueño nocturno

Sucedieron muchas cosas sin tanto sentido al principio, caminaba junto con un grupo por un lugar con piso de concreto, rodeado de árboles y piedras cubiertas de moho; era una excursión o una especie de viaje guíado. Yo estaba desesperado buscando a Lucía entre toda la gente para contarle un chiste. Ehécatl me alcanzaba en la caminata y me decía - voy a dejar esta madre, porque luego no voy a saber dónde la perdí - , se aproximaba a una barda de piedra volcánica que había a la izquierda, de un poco más de un metro de altura, y dejaba sobre ella una media esfera transparente, húmeda y flexible que parecía ser de silicón o poliestireno, algo como un lente de contacto pero del tamaño de una naranja.

Después estaba en casa de mi abuela, la mesa era de cristal como de Murano pero muy tosca, en tonos de verdes y blanco; mi hermana estaba sentada a la izquierda y me decía que le gustaría aprender a hacer eso, - "esto" qué? - le pregunté, - como esta mesa, para mi casa -; yo pensaba en cómo explicarle lo difícil que era hacer algo así, cuando notaba que Lucía estaba a mi derecha. Lo notaba porque ella abrazaba mi brazo derecho; yo también la había extrañado mucho; no recuerdo qué iba a decirle cuando miré al frente y vi la cocina...

- Madres Lucky... ya valió
- ¿Qué valio?
- Mi tía compró cocina...
- ¿Cómo?
- Mi tía, se nos adelantó y compró una cocina integral...

Vi la cocina completa frente a nosotros, las paredes estaban cubiertas de mosaicos pequeños, como la mesa de Lucía, pero en tonos de verde, toda la pared se veía impresionante. Las alacenas no estaban puestas horizontalmente, estaban dispuestas sobre las paredes en formas más caprichosas, casi artísticas, casi una pintura de Piet Mondrian en 3 dimensiones, todas en madera y blancas, algunas tenían puertas y otras sólo eran huecos, como la pieza en color negro que vi hace uno año en el Museo de Arte Moderno. Las alacenas de la derecha eran blancas, a la izquierda eran negras, en el fondo los mosaicos en tonos infinitos de verde; en el centro había una barra, no era un prisma rectangular, era una especie de forma orgánica que se levantaba tal vez un metro y medio del piso y con una superficie plana en la parte superior, una persona estaba ahí y, agachado, la golpeaba con el costado del puño, como queriendo adivinar de qué estába hecha, no pude ver los bancos porque estaban del lado que no podía ver.

Volteé a ver a Lucía, tenía la boca abierta, igual que yo...