9 de mayo de 2012
Sueño nocturno
Era un alma perdida, o al menos así me consideraban todos, estaba con un grupo de jóvenes (también almas perdidas), yo era más joven, creo que tenía unos 15 años. El grupo era guiado por un padre, buscábamos a otro padre que era famoso por salvar almas perdidas. Caminamos por una especie de hacienda vieja y abandonada, y alcanzamos al padre antes de que se fuera, llevaba una maleta. El padre con el que íbamos originalmente le pidió que se quedara, le dijo que necesitábamos ayuda, que nadie más podría salvarnos; así que el segundo padre aceptó perder su vuelo y quedarse.
El discurso nunca habló de Dios, nos habló de una fuerza que nos levanta, que nos empuja hacia adelante y que para desatarla, hay que quitarse algo que todos tenemos encima, un algo que cargamos sin darnos cuenta pero una vez que lo dejamos atrás, no hay forma de que vuelva. Por un momento vi esa fuerza, era color amarillo y estaba sobre todos nosotros, no como una nube, sino individualmente como una cubierta de luz sobre la cabeza.
Las técnicas del padre eran poco ortodoxas, golpeó a una de las chicas del grupo durante el discurso, no recuerdo cómo, pero sé que lo hizo. Al final del discurso, nos invitó a subirnos a una montaña rusa pequeña que había en ese mismo patio, nos dijo que era el último paso para la liberación. Me sentía inspirado y esperanzado así que corrí y tomé un lugar, después una chica se sentó junto a mi y me di cuenta de que estaba enamorado de ella, era la chica que me complementaba. El carro comenzó a moverse y la montaña rusa se volvió invisible, así que no veíamos qué era lo que venía, por un momento el movimiento sólo fue hacia adelante, con una curva o dos, luego el movimiento fue hacia arriba abruptamente y todos gritamos, la caída fue fuerte pero el aterrizaje fue más ligero de lo que creí. Las abruptas subidas fueron cada vez más y más arriba, y yo cada vez gritaba más y más fuerte. Cuando acabó me di cuenta de que estaba feliz, realmente, honestamente feliz. Miré a la chica junto a mi, ella también estaba feliz, me besó y salió corriendo, yo corrí detrás de ella.
No podía creer lo feliz que me sentía, de repente todo tuvo un por qué y un para qué; mientras corría pude ver todo el mundo y donde iba cada pieza, era muy ligero, no sentía los pasos que daba pero tampoco estaba muy consciente de tener cuerpo. La chica y yo llegamos a una barda, ella se detuvo y yo le dije que subiera, la ayudé a subir y luego subí yo, al otro lado había otro patio, y un niño junto a una fuente, ella bajó la barda y se metió en la fuente, sumergiéndose totalmente bajo el agua, me pareció maravilloso porque iba completamente vestida, yo bajé de la barda y rodeé la fuente, sólo mojé mis pies y seguí corriendo hasta que llegué a donde estaba al principio. Sentí unas ganas inmensas de llorar, porque estaba inmensamente feliz, pero no lloré. Me acerqué al padre y le di las gracias, estreché su mano y él empezó a llorar por mi, me dijo que no había sido nada. Unos minutos después seguía con ganas de llorar pero no lloraba, no podía encontrar a la chica y quería abrazarla para poder llorar con ella, pero creo que ella había ido a cambiarse la ropa mojada.
Ya era de noche y caminé con un grupo de chicos, eran mis amigos, hasta la calle, y nos deteníamos en un paso peatonal sobre una avenida, ellos se sentaron, yo me recosté boca abajo viendo los autos pasar, después de unos momentos ya no pude contener las lágrimas, y recargué mi cabeza en mi antebrazo, completamente recostado en el pavimento color negro, y empecé a llorar, mucho, cada vez más y más fuerte. Sentí una tranquilidad incomparable, me quedé dormido ahí mismo al mismo tiempo que lloraba. Y desperté aquí, aun con ganas de llorar.